Ahora, ¿Alfonsín?

En el verano del ’93 yo estaba recién separado. ¿No te importa? ¡Esperá! Como el consumismo compulsivo nunca me resultó útil para evadir crisis de conflicto o de cambio, en aquella oportunidad decidí irme a vacacionar a Salta. Solo.
Estuve como 45 días, un poco de manga ya que tengo familiares allí: mis tíos e hijos, nietos, nueras, yernos... Platense, muy buen tipo y con un delgado baño en bronce, él; litoraleña argentina de primera generación, muy buena mujer pero con inmanentes clichés, ella. Los quiero -y mucho- aún con eso, eh.
Digamos que hay posturas ontológicas que se eligen con albedrío y hay idiosincrasia cuasi genética que no se adquiere, sino se la carga. La mochila familiar y sociocultural que se la lleva puesta o se la deja. ¿La identidad? me pregunto mientras pienso en los 104 y los que faltan. Y, claro, en Felipe y Marcela.
   
Mi tío político, con quien converso muy gratamente, no peronista. Lo de parientes políticos, ¿será porque, en definitiva, alguien los incorpora a la familia mediante consensos?
Mi tía de sangre, con la cual charlo afectuosamente, antiperonista. Antiperonista de esos a quienes no les importa si el trance justicialista en cuestión acentúa elitismo o populismo, fascismo o liberalismo, modelo agroexportador o desarrollismo industrial y tecnológico, libre mercado con Estado bobo o proteccionismo con intervención, neoliberalismo o progresismo, absolutismo o institucionalidad.
De hecho, el peronismo -en sus 66 años de vida o durante 40 de participación si restamos las proscripciones- ha atravesado o ha sido tangencial a todos esos estadios y a otros.
  
Con sus intrínsecas contradicciones formadoras de identidad, el justicialismo ha sumado y ha restado, pero nunca integró a los fundamentalistas del antiperonismo porque sí. Bueno, mi tía jamás apoyó al PJ ni a sus frentes electorales o programáticos.
Una tarde de llovizna de aquel enero, ella me acercó a la biblioteca y gentilmente me ofreció: “Robo para la corona” de Horacio Verbitsky. Si bien a esa altura ya había quedado atrás mi simpatía por Carlos Menem por quien -sí, señoras y señores, amigas y amigos, todas y todos- reconozco haber votado en el ´89 -mi primera elección presidencial como empadronado mas no como militante- y estaba suscripto al “Página|12” desde el ’87 y a “La 30” desde el ’90 -y los leía, claro-, acepté gustoso la invitación.
  
Hoy, 20 años después de la primera edición de “Robo para la corona”, me invade una duda. ¿Mi tía seguirá leyendo a Verbitsky o sólo será fiel a Lanata, el desmoralizador tan utilitario al antiperonismo de cualquier peronismo? Acaso, sus convicciones acordando con lo relatado entonces por el “perro”, ¿las habrá mudado a partir del “Frente Progregregresista” del hijo de Alfonsín? Replanteo: así hubiese cambiado su concepto crítico respecto al oficio o las inquietudes de Verbitsky, en aquella circunstancia el periodista militante de los DDHH era de su absoluta confianza y no me parece ni justo ni maduro juzgar los propios convencimientos según el cartero, sino hacerlo por el mensaje. Bah, digo, que cada quien haga lo que pueda con sus ideas.

Por ahora, adelanto un resumen de estos 20 años del devenir ¿nacional? O más: arranco con un Alfonsín y termino con otro, para que no digan que ninguneo a la oposición despropositora.
   
 
  Bien dicen los fotógrafos de eventos familiares: “Una placa vale más que 10 mangos”,
y los célebres pintores de acontecimientos sociales: “Una imagen vale más que mil palabras”.

Y 24 imágenes, ¿cuánto valen? ¿25 gambas? ¿25.000 palabras?
No importa, acá van:
     
             





     



Y como para algunos desprevenidos o visualizadores con anteojeras selectivas, la duda sobre los hábitos y los referentes de mi tía puede resultar infundada, cumplo en armarme con tiempo para seleccionar y transcribir párrafos alusivos a Javier González Fraga -que no son pocos, considerando el denso contexto sincrónico- referidos a Robo para la corona: Los frutos prohibidos del árbol de la corrupción de Horacio Verbitsky y otros, publicado en 1991 por la Editorial Planeta Argentina SAIC.

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