El Partido Justicialista afronta un desafío trascendente en esta etapa de la vida institucional de la República Argentina para reafirmar su propia identidad y propiciar una metodología de organización del espacio político para adaptar su funcionamiento a las nuevas demandas del pueblo argentino.
El justicialismo debe convocar a sus afiliados para elegir a sus propias autoridades con el objeto de propiciar la legitimidad democrática de origen a través de elecciones mediante el voto directo en virtud del cumplimiento del artículo 27 de la carta orgánica considerando al país como distrito único.
No cabe la menor duda que los plazos son perentorios en virtud de la expiración del mandato de la actual conducción el 8 de mayo del corriente año.
Nuestra historia política nos demuestra que la importancia del PJ en el sistema político argentino estaba encuadrado desde una concepción “movimientista” en virtud de la cual la condición de partido de gobierno implicaba aceptar la conducción estratégica de quien conduce los destinos del país. Cuando esto no ocurría, el partido adquiría un estado deliberativo con tendencias anárquicas y de “gregarización” que implicaba la atomización y la proliferación de divisiones internas.
No hay que confundirse en esta etapa. Nosotros nacimos a la vida política para combatir el sistema no una de sus variantes, por tanto, no podemos aceptar el brete que nos proponen aquellos que pretenden domesticar el justicialismo para hacer de nosotros una variante funcional del gobierno con el típico “aggiornamento” por derecha.
Para el justicialismo, el movimiento nacional, popular, humanista y cristiano generaba el encuadramiento político relegando el partido a una expresión minimalista de cuadros de organización política.
No cabe la menor duda que el escenario político de la República Argentina ha cambiado rotundamente. Por primera vez en la historia, la expresión de la derecha política consustancial al neoliberalismo ha llegado a ejercer legítimamente el gobierno por medio del voto popular, lo cual le da legitimidad política pero no legitimidad de ejercicio.
El PRO es una partido con tan solo 12 años de existencia, 117.000 afiliados y 21 representaciones distritales en todo el país. Logró conformar una coalición política para acceder al gobierno relegando a un partido centenario con raigambre histórica y popular como la Unión Cívica Radical sin cuadros políticos homogéneos para el gerenciamiento y la administración del estado que han sido expresamente delegados a representantes de las corporaciones económicas.
El escenario político parece advertir respecto a una bifurcación entre una centroderecha neoliberal que emana su poder en ejercicio del gobierno y una oposición desarticulada sin una referencia política clara, nítida y definida sino con matices expresivos.
El Frente para la Victoria expresó en estos últimos doce años lo que diferentes denominaciones frentistas fueron capaces de construir en el imaginario colectivo durante nuestra historia política que van desde Frencilina hasta el Frejuli por citar sólo algunos ejemplos.
Pero el frente electoral es más amplio que el justicialismo. Y el Partido Justicialista no necesariamente en esta coyuntura política expresa al peronismo en su conjunto ni tampoco a los peronistas que se califican como tal.
El peronismo como categoría de representación política implica reconocimiento de pertenencia histórica, sentimiento y doctrina política. Y es necesario admitir también que en esta coalición política liderada por la centroderecha neoliberal hay peronistas que se reconocen como tal. Y que en nombre del peronismo se gobernó con un enfoque neoliberal distante de una perspectiva progresista capaz de cumplir acabadamente con nuestros dos grandes objetivos: la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria.
No cabe la menor duda que esta discusión y debate interno pendiente en el seno del justicialismo no puede saldarse en 90 días, ni en las próximas elecciones internas. Es más, las próximas elecciones marcarán sin lugar a dudas el inicio de un complejo proceso de recuperación de identidad en el marco de la modernización en el funcionamiento del partido para adecuarlo a las circunstancias del mundo actual y de la realidad de nuestro país.
Néstor Kirchner inició en el año 2008 como Presidente del PJ un proceso de formación de cuadros a través del Instituto Gestar, promovió el debate de iniciativas en el ámbito del partido y garantizó el funcionamiento sistemático de la institución partidaria, tarea que prosiguió Daniel Scioli a su fallecimiento y recientemente nuestro compañero Presidente Eduardo Fellner.
En esta nueva etapa nadie debe ser excluido, pero este partido es una institución que tiene reglas y principios que como toda organización moderna debe respetarse. En la política debe haber espacio para todo aquel que quiera participar pero “todos debemos ser artífices del destino común y no instrumento de la ambición de nadie”.
Hay muchos compañeros y compañeras que habiendo perdido recientemente las elecciones pretenden ser adalides de un proceso de renovación partidaria luego de propiciar la ruptura interna construyendo espacios de poder propio a los efectos de facilitar la llegada al poder de la derecha neoliberal.
En el justicialismo es preciso tener en cuenta que “nadie debe creerse más de lo que es, ni menos de lo que debe ser. Cuando alguien empieza a creerse más de lo que es comienza a ser un oligarca”. Por lo tanto, no es momento de actitudes oportunistas, ni tampoco de especulaciones personales ni es momento de usar la coyuntura en beneficio propio. Así como nadie debe ser excluido para participar de este proceso tampoco nadie puede autoexcluirse argumentando intereses meramente personales. La oportunidad es para todos, pero nadie tiene el “peronómetro” para decir que tal o cual es más peronista que otro, o tiene más oropeles para representar este partido. Queda claro que “cada peronista lleva en su mochila el bastón de mariscal”.
Juan Perón decía que “la verdadera política es la política internacional” y por paradoja de la existencia humana su propio partido ha ido discurriendo desde la internacional liberal hasta la internacional socialista en el orden internacional habiendo sido el fundador de la tercera posición ideológica que viene a reemplazar a un capitalismo excluyente y deshumanizado y un colectivismo caduco y perimido.
Pese a pregonar en distintos foros internacionales nuestra posición ideológica nunca hemos podido articular una internacional justicialista preservando nuestra identidad en un mundo cada vez más desigual e injusto. Nuestro partido, que postula la justicia social, la independencia económica y la soberanía política no puede permanecer ajeno a las guerras salvajes, a las migraciones forzosas y al hambre que azota a 871 M de personas en el planeta.
Es momento de unir esfuerzos y voluntades en la comunidad internacional para combatir dura y frontalmente la injusticia social internacional convocando a todos los partidos políticos, a los trabajadores del mundo y a los movimientos sociales para frenar los avances de la especulación financiera internacional, la concentración económica y la exclusión social y combatir tenaz y frontalmente la carrera armamentista y el comercio injusto que degrada a nuestras naciones más débiles.
Perón afirmó que el mundo debía transitar una etapa de integración continental para llegar al universalismo, pero este proceso de integración no puede hacerse sobre la base la injusticia y exclusión.
El doble rasero internacional, el doble estándar de quienes pregonan el combate del narcotráfico fronteras afueras siendo los mayores consumidores del mundo de drogas y lavando activos financieros a través del sistema financiero a través del sucio negocio del juego, la venta ilegal de armas y el narcotráfico garantizando la existencia de paraísos fiscales que son funcionales a los intereses de una oligarquía financiera que despoja la dignidad de los pueblos y que condiciona severamente el ejercicio de la soberanía popular propugnando la existencia de una democracia funcional a sus propios intereses no sólo debe ser denunciado sino combatido tenazmente por quienes adscribimos a una corriente de pensamiento que no está dispuesto a convalidar este orden de cosas.
Nuestra lucha universal debe ser un ideario colectivo que propenda a la fraternidad humana, la libertad de las personas, el desarrollo humano integral de la persona humana, la dignidad, la igualdad de género y el ejercicio de sus derechos, deberes y responsabilidades en un contexto de libertad solidaria y equilibrio entre los derechos del individuo y de la comunidad.
Nuestra prédica basada en el magisterio de nuestra Santa Iglesia Católica no excluye la diversidad de cultos, pero si promueve los principios sustanciales de la Doctrina Social de la Iglesia en el marco de la opción preferencial de los pobres, la distribución universal de los bienes y la construcción de una auténtica civilización del amor.
Debemos ser capaces de convocar a la construcción de los sueños colectivos de un mundo mejor, sin conflictos raciales, ni religiosos, sin exclusión social ni pobreza, sin la prepotencia de los poderosos en donde se respeten los derechos humanos, la libertad, la democracia y la dignidad de la persona humana.
Debemos aspirar a un mundo en paz, sin guerras. Debemos aspirar a un mundo en donde cada comunidad pueda desarrollarse en su propio territorio ejerciendo sus derechos en un estado organizado sin tutela internacional sino con la voluntad y el ejercicio de la participación popular. Debemos aspirar a un mundo libre, sin migrantes que buscan en otros países lo que cada uno de sus países no puede garantizar en virtud de la violación sistemática de su propia soberanía.
El justicialismo debe alzar su voz para construir un sistema político internacional de carácter multilateral con igualdad de condiciones y equitativa representación de los intereses de cada pueblo, de cada comunidad. Debemos terminar con la inequidad del veto en el Consejo de Seguridad que constituye el privilegio de unos pocos en detrimento de la prédica universal de los principios de la Carta de las Naciones Unidas.
El justicialismo debe alzar su voz como partido político para construir un sistema económico que promueva el comercio justo entre las naciones con precios compensatorios para favorecer la equidad de intercambio a los efectos de evitar la desigualdad universal y la injusticia social.
El justicialismo no puede aceptar el flagelo del hambre, de las migraciones, del racismo exacerbado, de la discriminación internacional, de las guerras fratricidas ni puede ni debe permanecer impávido frente al dolor de nuestros hermanos pobres y mutilados de la tierra.
El justicialismo cree en sus verdades, en su doctrina política, económica y social.
Creemos que nuestra doctrina política reafirma categóricamente el equilibrio entre los derechos del individuo con el de la comunidad a los efectos de lograr una comunidad organizada en donde “nadie se realiza en una comunidad que no se realiza”.
Creemos en una doctrina económica en donde el capital debe estar al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social.
Creemos que nuestra doctrina social marca la impronta de la justicia social en donde cada cual debe recibir lo que le corresponde.
Creemos en un estado centralizado, un gobierno descentralizado y un pueblo libre con participación de las organizaciones libres del pueblo entendiendo que “la verdadera democracia es aquella en donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés, el del pueblo”.
Somos los que las 20 verdades dicen. Somos lo que nuestra ideología, filosofía, doctrina y formas de ejecución marcan e indican a través de nuestra historia con sus complejidades.
No nos debemos confundir en esta etapa. No nos equivoquemos. El justicialismo necesita convocar para el 2 de febrero al Consejo Nacional Federal para fijar fecha de elecciones internas y realizar su Congreso Partidario para el 19 de febrero a los efectos de cumplir con los requisitos formales y sustanciales exigibles por la Carta Orgánica a los efectos de convocar a elecciones el próximo 17 de abril en virtud de la expiración de los mandatos el 9 de mayo del corriente año.
No se trata de elegir al líder de la oposición. No se trata de elegir un conductor integral del espacio. Se trata de elegir a un compañero o una compañera que tenga la vocación de construir un partido para todos pero con respeto irrestricto de nuestra identidad.
No es momento de especular con candidatos del futuro. Es momento de construir con humildad el destino colectivo de nuestro partido.
Debemos convocarnos todos. Debemos convocar a todos. Esta etapa implica una transición con el objetivo final de lograr un partido abierto, dinámico, con identidad doctrinaria e ideológica capaz de ejercer una oposición democrática en el marco de la gobernabilidad política pero al mismo tiempo formar cuadros políticos calificados para construir una alternancia que inspire nuestras mejores ideas para transformar la Argentina.
No es deseando que al gobierno le vaya mal como se construyen nuestras oportunidades para recuperar la confianza de nuestro pueblo en una nueva perspectiva de gobierno. La democracia es así. Oficialismo y oposición. Continuidad. Cambio. Gobernabilidad y alternancia.
Nosotros tenemos que elegir nuestras autoridades de un modo claro y transparente, legitimando una conducción formal sin otra expectativa que conformar un partido abierto, con capacidad para debatir ideas y formar cuadros políticos imbuidos de un espíritu solidario a los efectos de lograr unidad de concepción para la unidad de acción.
Pero a su vez, tenemos que ser capaces de obtener un acuerdo mayoritario de todas las expresiones internas a los efectos de avanzar en esta transición hacia una reforma de la carta orgánica que refleje e inspire un auténtico federalismo en la representación de los intereses de todos. Esta plataforma de consenso debe incorporar un cambio en la organización de la sede central, desarrollar un sistema de multimedia y redes sociales quer permita un vínculo activo con los medios de comunicación social, desarrollar junto a Universidades Nacionales la capacitación de cuadros auxiliares de conducción, líderes políticos y sociales de Unidades Básicas y formación doctrinaria sólida para afrontar los desafíos del futuro.
Esta plataforma debe propiciar la convocatoria a un Congreso de Filosofía, de Historia, de Economía y otras temáticas de preferencia para movilizar el debate abierto de nuestros cuadros políticos, aumentar el número de afiliados, maximizar un sistema de financiamiento transparente, convocar a foros de legisladores nacionales, provinciales y municipales, Gobernadores, Intendentes para tener un espacio de consenso en el desafió de ser un partido de oposición.
Esta etapa exige por lo menos avanzar en tres cuestiones: a) abrir el debate de ideas, b) promover la inserción internacional del partido y c) formación sistemática de cuadros.
Con la expectativa de ser artífices del destino común haremos aporte y nuestro esfuerzo, con mucha humildad y convicción para lograr juntos un partido moderno, dinámico, abierto, con identidad propia en Argentina y en el mundo.
No queremos ser una variante del sistema político neoliberal, ni funcionales para ser la cara progresista del proyecto de Macri. Queremos ser lo que las 20 verdades dicen.
Sin otro particular, saludo a Usted con atenta y distinguida consideración.