Anécdotas de Velorios


Haber visto en el velorio del exPresidente a tanta gente linda que mostrando sufrimiento transmitía gratitud, temple, respaldo y esperanza, me profundizó todavía más la emoción, mezcla de dolor por la pérdida del tutor y reacción del brote que se vigoriza para seguir creciendo. Miles y miles de brotes como yo –y como vos, aunque no te hayas dado cuenta- abrazados al conductor del mayor proceso de transformación del que tengo memoria. Miles y miles, muchos en familia, sobre todo jóvenes, laburantes, gente de la cultura y del arte, ex-combatientes, militantes sociales, representantes de los pueblos originarios, intelectuales, hijos, madres y abuelas.
      Hoy, a diez días, todavía no alcanzo a comprender a aquellos que no obstante observar a tantas personalidades que apoyan a la gestión encabezada por Cristina Fernández -sabiendo que esa identificación les cierra posibilidades de trabajo y espacios en la prensa hegemónica- ni siquiera se plantean que ese puede ser el mejor camino, al menos, de los que se ven. Hasta llego a suponer –no queriendo ser vanidoso- que deben confiar más en el GPS (ahora no Global Positioning System sino Grupo de Prensa Sectaria) que en los carteles y hasta las calles y rutas que tienen a la vista. Dan vueltas y vueltas para terminar estrellándose, tantas veces llevándonos puestos a todos. Y no alcanzo a comprender. Aunque a los que tienen air bags y seguridad de alta tecnología, vaya que sí los entiendo.

Tanta buena gente. Tanta gente notable. Ensayistas del calibre de “nuestro” Mempo Giardinelli, Osvaldo Bayer, Norberto Galasso, Eduardo Galeano o Ricardo Forster; comunicadores como Víctor Hugo Morales, Liliana López Foresi, Eduardo Aliverti o el negro Dolina; artistas como Víctor Heredia, Teresa Parodi, Gustavo Santaolalla, León Gieco y la tana Rinaldi o Federico Luppi, Alfredo Alcón, Lito Cruz, Cecilia Roth, Esther Goris, Leo Sbaraglia, Laplace y Bonín o Adolfo Pérez Esquivel.
A todos los valoro profesionalmente y respeto humanamente desde siempre, hasta cuando -aun sin coincidir- algunos simpatizaban con Alfonsín. Nunca los vi con Menem o De la Rúa y eso no es un dato menor.
Pero no me refiero solamente a que se destaquen en lo que hacen, como suelo decirles a mis alumnos: prácticamente cualquiera puede distinguirse en una disciplina si se lo propone pero mi interés, además y prioritario, es que nos formemos como buena gente. Acaso, así se piense diferente, ¿puede dudarse del invariable compromiso con causas justas o de la clara argumentación y la constante franqueza en sus convicciones?

Y deliberadamente he citado demasiado pocos para evitar detallar sobre los que se dedican a géneros de los que ciertos estratos socioculturales reniegan aunque no se pierdan a Tinelli, a la Giménez o los culebrones de la tarde y reserven “Paparazzi”, “Pronto” o “Gente”, como para ir tirando. Tirando el seso a los chanchos. Inofensivamente. Es apenas chimento, actualidad y entretenimiento que dicen inocuo, que no influye en las preocupaciones familiares ni laborales, salvo cuando los maridos pretenden tener a la Cirio en la catrera y sus mujeres aspiran a vivir con el confort de la Legrand. Pero ya que estamos, van más: el negro Fontova, Ignacio Copani y Calamaro, Florencia Peña, Andrea del Boca, Rita Cortese, Fanego, Garzón y Anabel Cherubito, Varsky y Alejandro Apo o el propio Diego.

Claro, cada uno tiene derecho a plantearse lo que considere constructivo. No pensar, siempre es peor que pensar diferente y supongo que quien observando a tantos comprobadamente “notables” no se lo plantea, debe autojustificarse con aquello de: “que millones de moscas coman mierda, no quiere decir que sea rica”. Y creo que un poco se trata de ver quiénes están de un lado y del otro. Tal vez sea cierto lo de las moscas, las cucarachas y las mariposas.


Ahora sí, como intentando comprender por contraste a quienes no entiendo -como intentando jugar con la muerte para exorcizarle amenazas, como intentando ponerle amor al morbo para impermeabilizarme al resentimiento- relato un par de anécdotas de velorios que no son chistes de funeraria.

Por 1924, un joven químico-farmacéutico al que llamaremos Zoilo, como le decía su mujer, se radicó en el Chaco fascinado por la pureza de sus intensas noches azules y maravillado por el desafío de que estaba todo por hacerse. Durante la segunda presidencia de Yrigoyen fue Concejal y al tiempo, Intendente de Charata cuando nacía FORJA. El recrudecimiento de la década infame -con la fraudulenta Concordancia conservadora- lo alejó de la función pública aunque no de la participación política. En el ’39 abrió una de las cuatro boticas de Sáenz Peña y se instaló allí con su familia. Unos años más tarde, fue, a la vez, representante de heladeras a querosén -para los campesinos que carecían de energía eléctrica- en sociedad con don Carlos, amigo y correligionario, por lo que ambos visitaban asiduamente Buenos Aires.

Durante uno de esos viajes de negocios, Carlos se preocupó porque su socio ni siquiera había ido a descansar al habitual hotel de Avenida de Mayo. No había celulares ni wifi por entonces. Zoilo no dijo nada cuando volvió empapado y exhausto pasado más de un día. No fue necesario: había hecho treinta cuadras de cola bajo la llovizna para despedir a Eva Perón convencido que en los ranchos y las fábricas estaban de duelo.

La compañera del General había encontrado su temprana y desoladora muerte un año después de que el Chaco lograra su tardía y alentadora legitimación. La entonces Provincia Presidente Perón había sido parida casi en simultáneo con el recordado renunciamiento de Evita.

Luego, la Revolución Fusiladora con muchos vecinos -radicales, conservadores, socialistas, incluyendo gorilas apartidarios pero gorilas al fin- yendo a reunirse en la Plaza Central del pueblo. Un amigo peronista que pasaba desconsolado por la farmacia aquella sombría siesta, al verla cerrada llamó curioso para cerciorarse si Zoilo estaba con el festivo gentío. La respuesta a la socarrona pregunta del gremialista llegó en piyamas y chinelas: “no tengo nada que festejar turquito, los cajetillas celebran apiñados pero los pobres lloran desamparados”.

Aquel septiembre, el novel diario “Clarín” convocaba a la Plaza de Mayo a cierta franja de la población -a quienes no corresponde llamarles pueblo-, titulando: "Cita de honor con la libertad. También para la República la noche ha quedado atrás". La noche se había desplomado lúgubre y amedrentadora sobre el pueblo, que para “Clarín” no era parte de la República, ni lo es ahora.
Y llegó la prolongada náusea de la prohibición y el vómito del exilio con el golpe cívico-militar.

En 1957, Zoilo fue uno de los Convencionales electos representando a la UCRI que se opuso a la anulación de los derechos sociales y laborales contemplados por la Constitución peronista del ’49, renunciando para no convalidarla. Al año siguiente -con muchos votos aportados por el peronismo proscripto- asumió como el cabalmente desarrollista Gobernador que crearía las bases administrativas y la infraestructura necesarias para la institucionalización y el despegue productivo del Chaco. Cuentan que a dos meses de cumplirse los cuatro años de gestión -ya que la Nación, para evitar o postergar un nuevo golpe de Estado, había intervenido la provincia entre otras en que había triunfado el peronismo- volvió austeramente a Sáenz Peña en el micro de las 12. Tal vez para no dejar dudas que a partir de su obligada renuncia dejaba de pertenecer a esa fantochada.
Y redundo porque no son menores las diferencias entre Frondizi o Alende y Balbín, Illia o De la Rúa, aunque algunos de aquella UCR del Pueblo que nada tuvo que ver con la Intransigente pretendan seguir colgados del piyama de Zoilo. Cada vez son menos, de hecho, porque la inexorable fuerza del tiempo demuestra cercanías y lejanías rebatiendo tales argumentaciones.

Y don Zoilo murió en 1975 siendo Director de Lotería Chaqueña y soñando con el gran movimiento nacional que no terminaba de gestarse por los abortos espasmódicos de los golpes militares. Eran tiempos del FreJuLi. Radical de Alem e Yrigoyen, intransigente con Frondizi, sumado desde el desarrollismo a la gestión peronista del regreso del viejo caudillo, consciente de que las transformaciones llegan de la mano del Justicialismo o no llegan, aunque a ciertos politólogos de manual les resulte incoherente, pero no es ni más ni menos que la síntesis de lo nacional y popular a lo largo de nuestra historia reciente, como Scalabrini o Jauretche.
Un año antes de acompañarlo al lugar de los justos, ya con cáncer a cuestas, don Zoilo había sentido hondamente la muerte de Perón porque “mientras unos pocos pudientes festejan, muchos pobres lloran a sabiendas que los abandona su viejo líder y que vendrán tiempos aciagos”. Y vinieron como desatados. Como tormenta desatada.

El rico no suele equivocarse. Identifica a sus patrones, a sus cofrades, a sus esclavos y a sus antagonistas. Opera multidireccionalmente para sostenerse en el poder y dominar lo que se encuentra a su alcance para que nada menoscabe su situación de privilegio.
El que sí suele equivocarse mareado por la fascinación de la clase alta y el desprecio a los más humildes, es el de medio pelo. Ese casi siempre termina siendo utilitario a los mismos que lo sojuzgan embelesándolo. Casi siempre.
Pero el que nunca se equivoca es el pobre, porque piensa con las tripas en los sesos desde el alma. Y por eso mismo, alertas, los pobres desbordaron las plazas del país y la Plaza se llenó de pueblo para velar al reformador de estructuras y paradigmas, velando por la continuidad del modelo sin dar un paso atrás.

Néstor vive! Vive junto al General y Evita en el Comando celestial. Vive junto a Arturo y Zoilo. Vive junto a cientos de adalides de las causas justas. Y vive en el espíritu de millones de hombres y mujeres a los que más que quien lleve el asta, nos importa la bandera.
Y a la bandera nacional y popular hoy la levanta la Presidenta y la escoltamos todos los militantes del proyecto colectivo de equidad y justa distribución emprendido por Néstor y profundizado por Cristina. Para no claudicar ante las presiones de los oportunistas ni la confabulación de los especuladores. Ahora, con Cristina, más fuertes que nunca, como brotes que perdimos al tutor y nos vigorizamos con su savia iluminados por nuestro sol para seguir creciendo.

Adán De Ucea
5 de noviembre de 2010
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