Fuente: Agencia Rodolfo Walsh (2007): "La revolución Palestina" (Tercera parte) - Por Rodolfo Walsh (1974)
Enlaces relacionados: Imágenes publicadas en Twitter sobre Palestina
La Revolución Palestina
¿DE QUIEN ES EL TERROR?
Hablemos de Maalot, por ejemplo. Las cosas en Maalot no empezaron el 15 de mayo de 1974, con la matanza de 22 estudiantes israelíes. Empezaron el 15 de mayo de 1948, con el Estado de Israel. Porque Maalot no se llamaba Maalot, sino Tarchiha, y no era un pueblo judío sino una aldea árabe. ¿Dónde está Tarchiha? Arrasada, borrada del mapa.
Volvamos a Deir Yassin, otra aldea árabe hoy enterrada bajo Kfar Shaul, un suburbio de Jerusalén.
9 de abril de 1948. Fuerzas
de la Haganah y del Irgun atacan la aldea, matan a 254
habitantes, descuartizan los cadáveres y los tiran a un pozo. Escuchemos el
testimonio del coronel Meir Bail del
ejército israelí, que tardó 24 años en hablar: “Los soldados peinaron las casas,
tirando explosivos en su interior y usando todas las armas que tenían.
Disparaban indiscriminadamente sobre todo lo que había adentro, incluso mujeres
y niños. Sus oficiales no movieron un dedo para impedir las atrocidades que se
estaban cometiendo. Junto con otros residentes de Jerusalén, imploré que se
ordenara a los soldados detener el fuego. Fue inútil. 25 hombres fueron subidos
a un camión, paseados por Jerusalén en ‘desfile de la victoria’, llevados a una
cantera y fusilados a sangre fría”.
Retrocedemos al 30 de enero de 1948. La aldea se llamaba Sheikh. El método fue el mismo. Los muertos,
60.
Sa´sa. 14 de febrero de 1948. 20 casas dinamitadas con sus habitantes adentro.
60 muertos.
Recordemos a Lydda. 11 de
julio de 1948. La Haganah reprime un alzamiento popular: 250 muertos según
fuente israelí, entre 500 y 1700 según fuentes árabes.
14 de octubre de 1953.
Bombardeo de aldeas jordanas, 75 muertos. En Qibya se encierra a los vecinos en sus casas con fuego de
ametralladoras, luego se las dinamita.
Franja de Gaza. 8 de febrero de 1955. 38 muertos.
31 de agosto de 1955. Ataque a Khan
Yunis en la Franja de Gaza, 46 muertos.
11 de diciembre de 1955. Ataque a aldeas sirias. 50 muertos.
Otra vez Khan Yunis, abril de 1956.
275 muertos.
10 de octubre de 1956. Ataque a aldeas jordanas. 48 muertos.
Octubre de 1956. Kafr Qasim.
51 aldeanos son asesinados por estar fuera de su casa en un toque de queda del
que no fueron avisados.
13 de noviembre de 1966.
Ataque a las aldeas de Gaza y Jordania.
200 muertos.
Noviembre de 1967. Karameh,
Jordania. Ataque con morteros a niños que salían de una escuela.
La lista es interminable. Entre 1949 y 1964 los países árabes denunciaron 63.000 actos de agresión, entre 1950 y 1966 las Naciones Unidas y la Comisión de Armisticio condenaron 78 veces al Estado de Israel. Después ya nadie llevó la cuenta, la “represalia” se convirtió en costumbre.
VUELTA AL ORIGEN
Si en el balance del terror en Medio Oriente, Israel lleva una ventaja sobre todos sus adversarios, si el Estado mismo de Israel fue la obra de organizaciones terroristas, si esas organizaciones inventaron o reactualizaron la mayoría de los modernos métodos del terror -recordar el asesinato de conde Bernadotte, la voladura del hotel Rey David, la ejecución de rehenes ingleses, las cartas explosivas- en eso no se agota la discusión sobre los métodos. Para restituir el cuadro disociado, es preciso volver a relacionar los métodos con los objetivos.
El terror es un método de lucha que han usado todas las revoluciones y también
todas las reacciones. Hechas las reverencias de práctica a la actitud que
prefiere condenarlo “en sí mismo” (como si algo existiera en sí mismo), su
humanidad o su inhumanidad depende de sus fines.
Nuestra Revolución de Mayo fue terrorista. El general Aramburu también.
Con estas precisiones es posible reenfocar el terror en Medio Oriente, superar las
barreras de una propaganda que -casualmente-
es la del imperialismo occidental, y decidir quién tiene la parte de razón que
las circunstancias le permiten tener. El objetivo del terrorismo palestino es
recuperar la patria de que fueron despojados los palestinos. En la más
discutible de sus operaciones, queda ese resto de legitimidad.
(Capturas de pantalla en orden invertido: Leer de abajo hacia arriba y de derecha a izquierda.
Propaganda "Hasbará" desde el Twitter de Sergio Szpolski, propietario de multimedios.)
Propaganda "Hasbará" desde el Twitter de Sergio Szpolski, propietario de multimedios.)
Este es el texto de la embajada de Israel:
Señor Director:
“Cumplo en
dirigirme a usted con relación a la serie de artículos titulada “La Revolución
Palestina” publicada en Noticias cuya representación invoca su autor en
reiteradas oportunidades. Como de ello surge que el diario aparece respaldando
las afirmaciones del señor Walsh entre las cuales se encuentran flagrantes
inexactitudes y deformaciones de los hechos históricos, esta Embajada apela al
derecho de respuesta, confiando que dará cabida al texto completo de esta carta
en las columnas de su diario. Ella no intentará ser una refutación exhaustiva
del extenso trabajo del señor Walsh, pero entendemos que urge restablecer la
verdad acerca de algunos de los más gruesos equívocos en que incurrió el
nombrado, a saber:
1.- El problema
de los refugiados palestinos fue creado por los propio líderes árabes, al
destacar la Resolución de las Naciones Unidas del 29 de noviembre de 1947, que
determinaba la creación de dos Estados, uno judío y otro árabe, violando así
sus deberes como miembros de la Organización Internacional, y al compeler a los
pobladores árabes a abandonar sus lugares de residencia para abrir paso a los
ejércitos invasores, cuya intención proclamada era destruir el naciente Estado
de Israel. ‘El señor Walsh intenta demostrar que la inmigración judía significó
el desplazamiento de los árabes. La verdad es diferente: al fin de la Primera
Guerra Mundial la Tierra de Israel era un país casi despoblado. La población
árabe era de 557.000 y la población judía de 100.000. Menos del 30 por ciento
de los árabes vivían en el área que es hoy Israel. Hasta los comienzos de la
década del 30 era una tierra de emigración árabe, tendencia que revirtió en los
años siguientes cuando el desarrollo económico y social promovido por la
comunidad judía atrajo la afluencia de árabes de los países vecinos. Al
proclamarse la independencia de Israel, el número de árabes que habitaban su
territorio era de 600 a 700.000. De éstos, permanecieron donde estaban 160.000.
EN consecuencia el número real de refugiados árabes salidos de Israel en 1948
puede estimarse en 450.000 y aún dando margen a errores estadísticos, nunca más
de 550.000, cifra que equivale aproximadamente al mismo número de refugiados judíos
provenientes de los países árabes (97 por ciento de la población judía total de
estos últimos) que se vieron obligados a emigrar a Israel. De hecho se produjo
una transferencia de poblaciones. Mientras Israel integró a estos hermanos
venidos de los países árabes, los refugiados palestinos fueron concentrados por
los países árabes en miserables campamentos, impidiendo hasta hoy día su
integración pese a su identidad étnica, cultural, idiomática y religiosa para
usufructuar esa situación como un arma política contra Israel’.
¿Quiénes
provocaron el éxodo palestino? La respuesta está en las propias palabras de los
líderes árabes. Lo admitió explícitamente el señor Emile Ghoury, secretario
general del Alto Comité Árabe de Palestina, el 6 de septiembre de 1948: ‘El
hecho de que existan estos refugiados es consecuencia directa de la acción de
los Estados Árabes al oponerse a la participación y al Estado Judío. Los Estados Árabes acordaron unánimemente
esta política y deben participar en la solución del problema’. Ya antes del 23
de abril de 1948, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el
entonces presidente del Alto Comité Árabe, señor Jamal Husseini, confesaba: ‘Nunca
hemos ocultado el hecho de que nosotros hemos iniciado la lucha’. El diario
jordano Al-Difaa aportó el 6 de septiembre de 1954 este testimonio de un
refugiado: ‘Los gobiernos árabes nos dijeron: Salid para que nosotros podamos entrar.
De modo que nosotros salimos pero ellos no entraron’.
2.- Fueron los Estados Árabes de la región los que impidieron con su agresión y la secuela consiguiente, la constitución del Estado Árabe Palestino previsto por la Resolución de Partición de la ONU.
El
señor Trygve Lie, entonces secretario general de las Naciones Unidas, dijo: ‘Los
Árabes habían afirmado reiteradas veces que resistirían la partición con la
fuerza’. Y así ocurrió: el 14 de mayo de 1948 los ejércitos regulares de
Egipto, Jordania, Siria, Líbano e Irak, y contingentes de Arabia Saudita y
Yemen, invadieron el Estado de Israel. El 15 de mayo de 1948 en El Cairo, el
secretario general de la Liga Árabe, Azzam Pachá, llamó a los árabes a una
Guerra Santa contra Israel, y declaró: ‘Será una guerra de exterminio, una
matanza de la que se hablará como se habla de la matanza de los mongoles y de
los cruzados’. El señor Andrei Gromyko, entonces representante de la Unión
Soviética y actualmente su Ministro de Relaciones Exteriores, declaró en el
Consejo de Seguridad de la ONU, el 21 de mayo de 1948: ‘La Delegación de la
URSS no puede menos que expresar su asombro ante la actitud adoptada por los
Estados Árabes en la cuestión palestina y particularmente ante el hecho de que
esos Estados hayan enviado sus tropas a Palestina a realizar operaciones
militares encaminadas a la supresión del movimiento de liberación nacional en
Palestina’ (Actas Oficiales del Consejo de Seguridad, Tercer Año, Nº 71, 299
sesión p. 4, mayo 1948).
La agresión
militar árabe fue derrotada, pero el Reino de Transjordania anexó la mayor
parte del territorio destinado a convertirse en un Estado palestino, mientras
Egipto hacía otro tanto con la franja de Gaza. Fueron los propios árabes, pues,
los que impidieron la creación de un Estado palestino.
3.- El señor Walsh afirma que el pueblo judío no tiene derecho a la Tierra de Israel. A esta altura de la historia ese es un tema fuera de discusión: La Tierra de Israel fue un estado independiente sólo tres veces en su historia y cada una de ellas fue un Estado Judío. Sólo cuando se la identificó con el pueblo judío entró en los anales de la humanidad como una unidad geopolítica e histórica. La ocuparon conquistadores extranjeros, pero sólo el pueblo judío alcanzó su independencia en esta tierra y la consideró el alma y el centro de su existencia nacional.
4.- El señor
Walsh afirma que Gran Bretaña ‘regaló Palestina’ al pueblo judío, provocando
con mentalidad colonial, la creación del Estado de Israel. La verdad es
opuesta: el renacimiento de Israel, aspiración de siglos, se concretó como
movimiento de liberación nacional del pueblo judío a través del sionismo, en la segunda mitad del
siglo XIX y se afianzó con el trabajo de tres generaciones de pioneros judíos.
La
Declaración de Balfour no fue otra cosa que el reconocimiento de esa realidad
histórica, consagrada por la comunidad internacional cuando la Liga de las
Naciones resolvió crear el Mandato sobre Palestina, para instaurar el Hogar
Nacional Judío. Era la primera vez que el sueño milenario del retorno a Sión
recibía el auspicio universal. Incluso de los más representativos caudillos árabes
de ese entonces, como el Rey Hussein, de Hejaz, quien escribió: ‘Vimos a los
judíos afluir a Palestina… El móvil no puede escapar a los que tienen una
intuición profunda; saben que este país ha sido para sus hijos originales, pese
a todas sus diferencias, una patria sagrada y amada’. (Al Kibla, La Meca N º
183, 23 de marzo de 1918; George Antonius, Despertar Árabe pág. 269).
Este
reconocimiento a la formación del Estado Judío se integra en el contexto de la
creación de los Estados Nacionales árabes en el Medio Oriente, al desintegrarse
el Imperio Otomano, tal como en Europa el desmembramiento del Imperio
Austro-Húngaro dio lugar a la conquista de su soberanía por los movimientos
nacionales de los países sojuzgados.
5.- El señor Walsh sostiene en sus artículos los objetivos proclamados por la organización Al Fatah: instaurar en reemplazo del Estado de Israel, un Estado árabe con mayoría árabe, lo que implica liquidar totalmente la soberanía y la independencia de Israel. El instrumento adoptado para este objetivo es el terrorismo que elige deliberadamente como blanco a civiles inocentes, en Israel y en el mundo, y que no trepida en asesinar a mujeres y niños. El señor Walsh confiesa haber visitado esas bases terroristas, que buscan abrigo en campamentos de refugiados instalados en territorio del Líbano, cuyo gobierno tolera esa situación.
Una de las
expresiones más significativas de esta situación es que el gobierno libanés ha
suspendido el derecho de su ejército y su policía a entrar en las bases de los
terroristas y los campos de refugiados que están bajo su control, hasta el punto
de no tener siquiera competencia en delitos comunes, o asaltos por parte de los
‘fedayines’, a soldados libaneses, o ante enfrentamientos entre grupos
terroristas antagónicos.
El señor Walsh
da un testimonio dramático de lo que significa la educación para el odio, sin
repudiarla. Exalta el hecho de que los niños sean adiestrados para matar. Y
abunda en ejemplos parecidos para atribuir un contenido ‘revolucionario’ al
desborde criminal del terrorismo árabe. De este modo, el señor Walsh aparece
justificando las matanzas de Lod, Munich, Fiumicino, Atenas, Zurich, Jartum,
Kiriat Shmone, Maalot, Shamir, y Nahariya, entre otras.
La verdadera
revolución en Medio Oriente es la paz.
Saludo al señor Director atentamente”.
Mario H. Sejatovich
Oficina de
Prensa
Embajada de
Israel
Respuesta:
“Flagrantes inexactitudes, deformaciones de los hechos históricos, gruesos equívocos, son algunas de las virtudes que la Oficina de Prensa de la Embajada de Israel en Buenos Aires atribuye a mi reciente serie sobre Palestina, según la carta publicada en Noticias el domingo 14.
“Flagrantes inexactitudes, deformaciones de los hechos históricos, gruesos equívocos, son algunas de las virtudes que la Oficina de Prensa de la Embajada de Israel en Buenos Aires atribuye a mi reciente serie sobre Palestina, según la carta publicada en Noticias el domingo 14.
En ella el señor
Sejatovich, funcionario de esa
oficina, se propone ‘reestablecer la verdad’ y lo intenta sosteniendo, en
síntesis, que Palestina era ‘un país casi despoblado’ al fin de la Primera
Guerra Mundial; que el problema de los refugiados palestinos fue ‘creado por
los propios líderes árabes’, en 1948, ‘al compeler a los pobladores árabes a abandonar
sus lugares de residencia’; y que el 14 de mayo de 1948 los Estados Árabes ‘invadieron
el Estado de Israel’.
En mi serie de
notas yo he sostenido que Palestina era desde el siglo VII una tierra poblada
por árabes; que el éxodo de 1948 fue provocado por las organizaciones
terroristas Haganah, Irgun y Stern; y que fueron estas organizaciones las que
desencadenaron la guerra.
Frente a
opiniones tan dispares, un lector distante tiene derecho a conocer las fuentes
en que se basan para deducir dónde está la verdad”.
Rodolfo J. Walsh
Periodista enviado
Periodista enviado
Diario Noticias
EL MITO DE LA “TIERRA SIN PUEBLO”
Expliqué en mis notas que ya a fines del siglo pasado la propaganda sionista convirtió al palestino en “el hombre invisible” de Medio Oriente, a tal extremo que Teodoro Herzl hizo un viaje a Palestina y escribió un informe donde no figuraba la palabra “árabe”. El mito de la “tierra sin pueblo” era útil para fomentar la inmigración del “pueblo sin tierra”. Ese mito renace en la carta de la Embajada de Israel, como si no hubiera sido refutado.
Según el escritor israelí Amos Elon, en un libro de 1971, cuando Herzl viajó
a Palestina en 1898, “debía haber allí más de 500.000 árabes palestinos”. Esto
se complementa con una observación formulada en 1891 por el judío Achad Haam,
que conocía bien Palestina: “En el extranjero solemos pensar que Palestina hoy
es casi desierta, un páramo incultivado… Pero no es así, en absoluto. Es difícil
encontrar tierras sin cultivar… En el extranjero solemos pensar que los árabes
son todos salvajes, comparables a los animales, pero esto es un gran error”.
Cabe preguntarse si no es esa forma racista de pensar, lo que volvía “invisible”
al palestino y lo que, todavía hoy, hace que la Embajada de Israel invente
cifras de población distintas a las que figuran en los únicos censos conocidos.
Así el señor Sejatovich afirma, sin
citar fuente, que al fin de la Primera Guerra “la población árabe era de
557.000 y la población judía, de 100.000”. La verdad es que en 1914 los turcos
hicieron un censo que dio una población total de 689.272, y el sionista Arthur
Ruppin estimó que 60.000 eran judíos.
El 31 de diciembre de 1922 el “Gobierno de
Palestina” (o sea, el Mandato británico) hizo un censo que dio estos
resultados:
Árabes 663.914
Judíos 83.794
Otros 9.474
Total 757.182
Es decir que cuatro años después de lo que dice la Embajada, la población judía aun no llegaba a los 100.000. Tampoco acierta la Embajada cuando dice que Palestina “hasta comienzos de la década del 30 era una tierra de emigración árabe”. Si comparamos el censo de 1922 con el de 1931, vemos que la población árabe creció el 28% y la población judía, el 108% lo que sólo se explica por la política de inmigración que implantó el Mandato británico.
De las cifras que acabo de citar se deduce que los términos “Palestina, país despoblado”, son una falacia en cualquier
época que se considere. En 1922, la densidad de población ascendía a 22
habitantes por kilómetro cuadrado, cifra superior en ese momento a la de
Estados Unidos o la URSS, y que la Argentina no alcanzará en un siglo: lo que
espero no suministre argumentos a ningún colonizador.
EL MITO DE LA “AGRESIÓN ÁRABE”
Para explicar el éxodo palestino de 1948, la Embajada de Israel apela a un argumento que el sionismo ha dejado prácticamente de utilizar desde 1961, cuando fue pulverizado por el investigador inglés Erskine Childers. El argumento pretendía que “dirigentes árabes” habían hablado por radio a los palestinos ordenándoles evacuar sus casas. Childers viajó a Israel en 1953 y pidió pruebas de ese alegato, sin obtenerlas. Acudió entonces al Museo Británico, donde se conserva la versión grabada por la BBC de todas las emisiones de radiales de Medio Oriente desde 1948, y no sólo no encontró un solo llamamiento árabe a la evacuación, sino numerosas exhortaciones, e incluso órdenes, de permanecer en sus casas.
Las razones que incitaron a los palestinos a huir al grito de “Deir Yassin!”
son la destrucción de aldeas y las masacres que precedieron al 15 de mayo de
1948. Ello esta demostrado, en primer lugar, por uno de los responsables de
esas masacres, el dirigente de la Irgun Menajem
Begin, en su libro La Rebelión. Pero hay además centenares de testimonios.
El mediador de la UN , conde
Bernadotte (asesinado por terroristas sionistas) dijo en su informe: “El
éxodo de los árabes palestinos resultó del pánico causado por la lucha, de
rumores sobre actos de terrorismo reales o supuestos y de la expulsión…
Prácticamente toda la población árabe huyó o fue expulsada del área ocupada por
los judíos”.
El periodista (y luego diputado) israelí Uri Avneri dice: “En algunos casos, los dirigentes judíos trataron
de persuadir a los árabes de que se quedaran, por ejemplo en Haifa. Pero por
regla general los incitaron a abandonar sus ciudades y aldeas”.
El propio Yigal Allon ha
referido que para limpiar Galilea de palestinos, llamó a los alcaldes árabes y
les advirtió “que se van a quemar todas las aldeas de Huleh… que huyan mientras
hay tiempo”.
El mayor O’Ballance,
historiador militar inglés, señala que “expeditivamente los árabes fueron expulsados
y obligados a huir, como en Ramleh, Lydda y otros lugares. Dondequiera
avanzaban en territorio árabe las tropas israelíes, la población árabe era
arrancada como por una topadora”.
El terror causado por las masacres tipo Deir Yassin, y no las inexistentes exhortaciones de ‘dirigentes árabes’ a quienes nunca se nombra, fue pues la causa del éxodo.
La mayoría de esas masacres ocurrieron
antes del 14 de mayo, fecha de la ‘invasión’ de Estados Árabes, y ocurrieron en
zonas netamente árabes, que aun dentro del Plan de Partición de la UN, figuraban
dentro del Estado Árabe.
Entre el 21 de diciembre de 1947 y el 14 de mayo de 1948, las organizaciones
terroristas israelíes montaron las siguientes operaciones de gran envergadura,
fuera de los límites de Israel, que en todos los casos significaron ocupación
de territorio, toma o destrucción de ciudades y pueblos, y expulsión de árabes:
Qazaza (21.12.47); Sása (16.2.48); Haifa (21.2.48); Salameh (1.3.48); Biyar Adas
(6.3.48); Qastal (4.4.48); Deir Yassin (10.4.48); Lajun (15.4.48); Saris
(17.4.48); Tiberias (20.4.48); Haifa (22.4.48); Jaffa (26.4.48); Acre
(27.4.48); Safad (7.5.48); Beisan (9.5.48).
La fuente es el New York Times.
Estas incursiones, y los extensos relatos que las documentan, prueban que Israel no esperó siquiera el día de su Independencia, fijado por la UN, para lanzarse a la conquista de territorio árabe; y que fueron sus organizaciones armadas las que desencadenaron la guerra.
En este contexto, importan relativamente poco las citas de funcionarios
árabes que en su mayoría pertenecían a gobiernos corrompidos y reaccionarios,
de fuertes vínculos con el colonialismo. Lo que hayan dicho o dejado de decir
el rey Faruk, o el rey Abdullah, o el títere británico en Irak, Nuri as Said, tiene tan poca
importancia como lo que hayan declarado los Comisionados designados por el
gobierno británico, a quienes cita la Embajada (Abdul Khader, el único dirigente amado y seguido por los
palestinos, murió en combate).
Pretender que sobre esos testimonios se pueda
erigir el derecho a la dominación de un pueblo; suponer que el relato de “un
refugiado” (entre un millón) aparecido en un diario jordano justifique las
infames Leyes de Expropiación dictadas por el Estado de Israel sobre las
tierras árabes; hablar de una imaginaria “transferencia de poblaciones”; todo
eso es defender lo indefendible.
Comprendo que el señor Sejatovich,
lo haya hecho, por encargo de su Embajada, con tan poca convicción.
PARA REFLEXIONAR
Con respecto a los datos verificables, sólo me resta agregar que las cifras de refugiados que di en mi serie de notas proceden de la UN. La Embajada de Israel se permite, sin embargo, teorizar sobre mi actitud frente al terrorismo y la violencia, que expliqué claramente en mi serie sobre la Revolución Palestina.
Dije allí que apruebo la violencia de los pueblos oprimidos que luchan contra
sus opresores. Eso significa que el terrorismo que se inscribe en esa lucha es
-más allá del juicio particular sobre cada acción- tan legítimo en el caso de
los palestinos como en el caso de la Resistencia francesa. Y que la insurrección de los palestinos frente a
los ocupantes de su patria es tan legítima como, por ejemplo, el alzamiento del
ghetto de Varsovia contra los nazis.
Rodolfo J. Walsh (Enviado a Beirut por el Diario "Noticias" en mayo de 1974)
Agencia de Comunicación "Rodolfo Walsh" (Transcripción de abril del 2007)
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