Ya se disipó el mediático humo prouefista de Shaqiri, Hazard, Lukaku, Sneijder,
Rutger Hauer Robben, Van Persie y Diván Gaal, a fuerza de estrategia y talento.
La prenSA hegemónica -que predicó el desánimo durante meses- se desayunó que Sergio
Romero es confiable y la defensa, sólida. Mascherano ya no los tiene cansados y Sabella no
deja todo librado a los mágicos pies de Messi. La panquequeada fue atroz. Desvergonzada.
Fue por penales. Y no es azar. Es otra faceta del deporte y, como tal, suele imponerse el equipo que dispone mejores ejecutantes y arquero.
Tan reductivo como eso. Y esa instancia se analiza y se practica al punto de conocer el modo de patear penales de los rivales, jugando entre
las probabilidades que incluyen ayuda-memoria y el instinto del arquero, con su temple y experiencia. Y suerte. No obstante, hay influencia
extradeportiva como las ideas-fuerza de la Guercio o la fe de Romero. O, ¿por qué no?, las cábalas antifóbicas de millones de argentinos/as:
Y el 'resentido coyuntural' Ron Vlaar tiró una masita -baja y al medio- para que
Chiquito Romero empiece a convertirse en héroe, cual designio
#Maschefacts.
Fue por penales. Como cuando Alemania nos sacó de Semifinales en su penalero
Mundial que los terminó dejando terceros. Es que cuando poderosas selecciones
llegan apadrinadas a pitazos hasta instancias finales contra otras tan poderosas,
el papelón es inminente. ¿O no le pasó eso a la menguada escuadra de Felipao?
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