“Chango” Farías Gómez (QEPD)

"Cada uno sabe quién es por su memoria. Es la memoria la que te legitima como persona...
La última memoria que tiene el pueblo es la historia y, ante una historia como la que tenemos nosotros,
vemos una de las grandes dificultades del pueblo argentino. Hay un mandato para no mirar para atrás...
Yo creo en la manifestación colectiva... creo que organizar una sociedad, un pueblo,
es una construcción cultural. Yo siempre fui militante, milité en política…"
  
'CHANGO' FARÍAS GOMEZ
  
  
Advertencia: El siguiente es un posteo políticamente incorrectísimo, inadecuado, inoportuno, irreverente y demás calificativos de esa índole prefijada privativamente. Si Ud. es una persona fácilmente impresionable, le sugiero dar clic inmediatamente a la crucecita de la esquina superior derecha. Gracias.
  
  
El féretro del folclorista santiagueño Juan Enrique Farías Gómez fue envuelto en varias banderas: la de la República Argentina, la del Movimiento Peronista, la de las Madres de Plaza de Mayo y también la aimará multicolor wiphala. Durante el velatorio realizado este jueves en la casa de la Defensa de TeLAm, la música del creador de grupos como los Huanca Huá, el Grupo Vocal Argentino o Músicos Populares Argentinos, fue irradiada a través de un plasma y parlantes lo que le dio un color especial al adiós...
   
Si reconocidos artistas populares fueron a despedir sus restos a la Galería de SAdAIC en el Cementerio de la Chacarita y hasta el inefable Silvio Rodríguez mandó un mensaje para acompañar a la familia, parece un tanto incómodo incumplir el mandato de no mirar para atrás.
Tanto los compañeros peronistas ortodoxos como los más abiertos a la renovación y cuanto aquellos conservadores más recalcitrantes y reaccionarios como los de distintas corrientes del progresismo, coincidieron en el dolor por la pérdida del veterano cantautor criado entre el tanguero San Telmo y San Isidro. Algo similar ocurrió hace unos meses, ante la muerte de Sábato, otro maestro: argentinos y extranjeros manifestaron mayormente pesar mientras unos pocos pusieron la mirada inquisidora en el pasado.
   
Salvando las diferencias, con Farías Gómez me ocurre algo semejante que lo acontecido al fallecer don Ernesto Sábato respecto a sus participaciones oficiales a inicios de la pasada Dictadura Cívica-Militar: “Y me trajeron de vuelta, sentires que nunca se harán olvido…”  Tal vez surge por una manía desmitificadora conciente de que todos tenemos grises y turbiedades, absolutamente todos y todas, y no son demasiados los que pueden ganarse el sitial reservado a los mitos populares.
No quiero recurrir al morbo cadavérico ni pretendo aumentar el dolor en quienes sintieron simpatía o amor por el folclorista, ni en aquellos que compartieron el exilio durante el atroz Terrorismo de Estado setentista. Y claro que uno siente algo de angustia y duelo por ciertas pérdidas, pero eso no debe llevar automáticamente a pensar que “el finadito era un santo”… De hecho, en los ’80 he disfrutado de sus zambas y chacareras en las peñas universitarias de los viernes a pura guitarra, bombo y vino -no en jarra- en heladas latas de aceite “Supermóvil” de litro abiertas a cuchilla. Pero no viene al caso, nadie pone en tela de juicio su canto y su obra musical, que no sólo dependen de gustos, también de idiosincrasias: “Siempre fui peronista. Esto no tiene que ver con lo partidario sino con una forma de pensar el país”.
Por supuesto que nadie puede sostener que el “Chango” haya sido un cantorcito a contramano. No obstante, puede decirse que sí fue un militante cada tanto en punto muerto y un circunstancial funcionario en reversa.
  
Hoy, esforzado por abstraerme de mi congoja y de la profunda pena de miles, ya con el cuerpo del guitarrero en su bóveda porteña como están en urnas y ataúdes las 194 infortunadas víctimas del incendio del “República de Cromañón”, puedo decir que Juan Enrique Farías Gómez fue un Adelantado Cleto Ditalco Cobos a menor escala y con mayor efecto.
O acaso, ¿los progresistas porteños olvidaron aquella traición vestida de honra campechana? Pregúntenle a Aníbal Ibarra. Aunque probablemente, ante la guadaña ya bajada por uno y la cabeza del otro en la canasta de los demagogos verdugos, prefiera no remover heridas. Viejas heridas propias y recientes heridas ajenas. ¿Para qué lo haría Aníbal?, ¿para una catarsis egocéntrica, inadecuada y extemporánea? Compartir mi enfoque no deja de ser una purga de sentires que, probablemente, generen desaprobación o antipatía, pero es lo que hay: memoria. ¿Para qué lo haría Aníbal?, ¿para dar una imagen cruel al criterio colectivo a punto de reasumir como legislador porteño?
  
Corría noviembre del 2005. El escandalizado salto del médico mediático Eduardo Lorenzo Borocotó desde el bloque porteño del PRO al FpV, hacía suponer una leve mayoría de ediles para que el entonces Jefe de Gobierno eludiera el pedido de Juicio Político para dar cuenta de su responsabilidad en la tragedia de la discoteca de Once.
Ocurrió al revés: las siniestras operaciones de Alberto Fernández con el públicamente censurado “borocotazo”, el juego al límite mediando las reglas cambiadas en la coyuntura por el macrista vicepresidente del cuerpo Santiago de Estrada y el compromiso personal de varios legisladores por apoyar el proceso -suponiendo que no había álgebra posible para que prosperara- ante las justificadas presiones de los familiares de las víctimas reclamando culpables, alteraron la voluntad de algunos legisladores y los números de la asamblea:
  
  
Entre los “panquecazos” de quienes habían afirmado abstenerse o votar negativamente y en la sesión levantaron la mano de manera utilitaria al PRO -que ya germinaba como fuerza conservadora y elitista con chances de gobernar la Ciudad Autónoma-, estuvieron Schifrin y Peña, el propio Borocotó al mejor estilo “churrasco vuelta y vuelta”, Melillo cuya esposa era a la vez funcionaria ibarrista, la zamorista Oliveto y la macrista Sergenfeld. Y el único edil del FpV que no se abstuvo: el artista “Chango” Farías Gómez.
  
Viejo dilema entre la cabeza de uno en su almohada y las demás en todas las almohadas, entre fundamentalismos y praxis, entre individualidad y representación, entre demagogia y democracia, entre ética y compromiso,…
Tras haberse retirado de las sesiones previas por problemas de salud, esa noche Farías Gómez manifestó: “A Ibarra no lo veo culpable, sí lo veo responsable... Es un gran demócrata, ahora tendrá la oportunidad de demostrar todo lo que dice…” Parecen las letras de “Una zamba para Eufemia” y “Los ejes de mi sanata”, parafraseando al gran Atahualpa Yupanqui.
   
  
El bueno de Aníbal, con la más absoluta decepción, expresó entonces que los diputados porteños fueron víctimas de una “apretada” de los familiares de los muertos y que no tuvieron la valentía suficiente para contrariarlos, aclarando que: “Al Chango Farías Gómez, por ejemplo, los familiares lo amenazaron. Le dijeron que si no votaba a favor del juicio no iba a poder tocar nunca más en público sin ser escrachado”.
Y por eso, a veces algunos miramos con recelo a quienes no provienen de “la política”. No aplica el carácter recíproco: La política es un arte pero no todos los artistas son políticos.
Hoy son conocidas las consecuencias de la sentencia de la Sala Juzgadora Comunal a Ibarra -recompuesta luego del triunfo macrista- y son tangibles los devastadores y renovados efectos de la caterva PRO en la urbe del Plata. También acabamos de asistir este 14 de julio a una reivindicación en pequeña escala al ex Fiscal, ex peronista, ex Diputado y ex Jefe de Gobierno.
  
Quizás durante esta segunda desgestión, Macri le levante un busto de homenaje al cantor en el Parque Centenario.
Sería Justicia.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

ESO QUERIA LEER. TODO BIEN CON EL CHANGO PERO SE FUE A LA BANQUINA EN 2005. Y HOY TENEMOS A MACRI. BUEN ANALISIS ADAN. SALU2 !!!

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