“The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore” -creado y dirigido por William Joyce y Brandon Oldenburg- fue galardonado como el mejor Cortometraje animado en la reciente entrega de los premios “Oscar” de la Academia de Hollywood.
Emotiva historia con moraleja: la
de un ciudadano que dedica su vida a la lectura y a los libros (que no es lo
mismo) tal que, al llegarle la vejez y la muerte, los centros de su devoción terminan
recompensándolo.
La idea no es hacer un comentario
cinéfilo ni competir con el brillante periodista de espectáculos Pablo Sirvén
ni con otros con calvas menos lustrosas (?), sino parangonar por carácter contrarrecíproco
y salvando distancias tanto creativas como idiosincrásicas, al personaje Morris
Lessmore con el personero Héctor Magnetto.
Hay varios fragmentos del corto
que inducen la comparación, pero uno es ineludible: Cuando el libro agonizante al
ser leído termina fortaleciéndose y recobrando vida, no pude evitar -casi por
acto reflejo- relacionarlo con la caída de ventas y tiraje del diario “Clarín”.
Parafraseando al progresista intelectual
contemporáneo neogöebbeliano George Sanata: “Miente, miente, que algo queda
mientras pierdes clientes. Tergiversa tendenciosamente sin temores, que quienes
precisan tu guía de operaciones te seguirán creyendo pretendiendo fundamentar
sus delirios al tiempo que te irás quedando sin lectores.”
Es que un diario o un pasquín,
tal como un libro, al dejar de ser leído y considerado por quienes, en
definitiva, han de ser el motivo de su
existencia, empieza a morirse un poco. Entonces, cada vez son más necesarios
equipamientos adicionales para que continúe respirando y latiendo aún en estado
comatoso y vegetativo, altamente dopado e incapaz de comprender la realidad más
próxima y vincularse con el entorno.
Magnetto, Mitre, Fontevecchia y sus lacayos son
Mrs. and Mss. Lesstruth, ¿qué no?
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