Según la antigua tradición cristiana, el 1º de noviembre se celebra “el día de todos los santos”, dedicado a compensar cualquier falta de los fieles a las fiestas de los santos.
“Si la muerte pisa mi huerto…
¿Quién se acostará en mi cama, se pondrá mi pijama y mantendrá (a) mi mujer,
y me traerá un crisantemo el 1º de noviembre? A saber…”
¿Quién pondrá fin a mi diario al caer la última hoja en mi calendario?
Mientras, el 2 de noviembre es el “día de todos los muertos o de los fieles difuntos” y, durante la jornada, se ofrecen oraciones a las almas de l@s fallecid@s, especialmente a l@s niñ@s, esperando que sus almas regresen para estar cerca y proteger a sus deudos y querencias.
Para esa fecha, afectos y familiares se preparan con costumbres que respetan determinados rituales, según los cuales los creyentes rezan y visitan a sus muertos para pedirle a Dios que los ilumine con misericordia, buscando favorecer mediante el sacrificio de la oración que aquellos queridos difuntos que puedan hallarse en el Purgatorio alcancen la Visión Beatífica para su salvación, redimiendo sus pecados y expiando sus almas.
Para esa fecha, afectos y familiares se preparan con costumbres que respetan determinados rituales, según los cuales los creyentes rezan y visitan a sus muertos para pedirle a Dios que los ilumine con misericordia, buscando favorecer mediante el sacrificio de la oración que aquellos queridos difuntos que puedan hallarse en el Purgatorio alcancen la Visión Beatífica para su salvación, redimiendo sus pecados y expiando sus almas.
Los Estados Unidos tuvieron el aporte cultural de sus inmigrantes irlandeses y, con el paso de los años, los países vecinos fueron adoptando las usanzas de la festividad de Halloween o la “noche de brujas” en las vísperas de los días de santos y difuntos, es decir, preparando los festejos durante semanas para practicarlos a partir del crepúsculo del 31 de octubre.
Sin prisa pero sin pausa, esta costumbre fue extendiéndose con signos comerciales en otros países. Ahora, ya la imitación del hábito pagano y mercantil del decadente imperio resulta acríticamente emulada por habitantes de otras tierras no cercanas geográficamente tal nuestra Latinoamérica, aunque sí son promovidas por castas próximas a la largamente impuesta concepción de la supremacía yankee servil a la sumisa o cómplice dominación ejercida, ya sea desde el histórico sojuzgamiento capitalista hasta la transculturización de nuestros pueblos. Clara maniobra del cipayaje confeso favorecida por otra contradicción más del cipayaje utilitario: festejan Halloween, sobre todo, los niños que asisten a costosas instituciones privadas religiosas y las familias que habitan countries o barrios cerrados o edificios rigurosamente vigilados y que van a misa cada domingo.
A riesgo de que se lea discriminatorio, debo decirlo: vivo en el País Profundo, en el interior del Interior. Acá, prácticamente nadie adhiere a esas patéticas costumbres foráneas; ni siquiera l@s niñ@s, adolescentes, jóvenes y adult@s de Clase ABC1 (A veces uno, a veces yo, a veces uno mismo, a veces uno de los míos...). En definitiva, no solamente se trata de la emulación del vasallo al amo por su sometida idiosincrasia, sino que además esa burda imitación es visiblemente reforzada en los grandes centros urbanos, tales cuevas del consumismo.
El Halloween show solamente es practicado por ciertas franjas socioculturales de las grandes capitales y nada más. En los pueblos y las ciudades pequeñas se siguen celebrando los días de los santos y de los muertos, manteniendo la antigua tradición como una ofrenda a los difuntos adornando sus tumbas y llevando flores al cementerio, a manera de homenajear su vida terrena elevando oraciones al descanso de sus cuerpos y la eternidad de sus almas. O nada, bah, pero poco circo, el suficiente para calmar conciencias y participar de la divina negociación contable de acciones, ofrendas y arrepentimientos.
Considerando lo anterior, puede inferirse que si en Recoleta, Belgrano y Palermo -por ejemplos-, este pasado domingo fue amplio el corte Binner+Pinedo, no estuve tan equivocado anoche, cuando mandé este tweet:
Es sabido que el modo de celebrar Halloween, básicamente acostumbra a que niñ@s y no tan niñ@s se disfracen y recorran las puertas del vecindario preguntando: “¿trick o treat?”, algo así como “truco o gusto” o “trampa o trato”, que se toma como una actividad divertida e inocente pero que no deja de ser un chantaje: ¿me das el gusto o te hago una joda pesada?, dame dulces o te meo la puerta, digamos.
Esta tradición celta sostiene que los muertos regresan en la noche de “Samhain” a pedir alimentos a los vivos y, si estos no les dan nada, los maldicen y los hacen víctimas de conjuros. De ahí, la burdamente adaptada opción: “dulces o travesura”, hoy con pocas sábanas y muchos disfraces de hollywoodianos personajes de terror alquilados o comprados a cambio de varias decenas o centenas de dólares. De terror, sí, bueno, soy sudaca, pero no el único.
Por caso, en Twitter no poc@s etiquetaron #MuerteAHalloween, enviando tweets a tono:
En “El Argentino” de hoy, salió una nota al respecto, no coincidente con lo manifestado en este posteo pero con objetivos similares: advertir la aculturización transcultural, si se me permite redundar para dar relevancia a la pretensión dominante de seguir eliminando nuestras tradiciones a cambio de otras que son absolutamente ajenas a la diversa identidad latinoamericana:
Aztecas, mayas y algunas otras culturas originarias más australes, durante siglos ofrecieron rituales a sus ancestros y dioses coincidiendo con estas fechas, seis semanas después del equinoccio de primavera en el hemisferio sur. Prestando atención al rey Sol, tres meses antes de santos y difuntos se festeja el Día de la Pachamama -a 6 semanas del solsticio de invierno- y la antítesis de la traslación terrestre resulta cercana a las fechas del Carnaval o las carnestolendas, próximas al meridional equinoccio de otoño y a la colonizadora Pascua. Es que tampoco es cuestión de andar de fiesta a cada rato; resulta mejor regular la frecuencia de las celebraciones y la duración de los intervalos; de hecho, la occidental Navidad cae a días del solsticio de verano en esta parte del mundo…
Nada es lineal ni segmentado, todo es un eterno nacer y renacer en vinculación con la naturaleza y sus ciclos infinitos no por ello repetidos como en la Rueda del Año que marca los Sabbats mayores para la agricultura promediando las estaciones y los menores para referir a la duración del día y la noche. Bien lo supieron nuestros indígenas y las primeras civilizaciones tanto orientales como occidentales, hay adentro y afuera como existe bien y mal, en inefable dualidad que al no ser siempre armónica impulsa el protagonismo de hombres y mujeres sin pensar a lo sagrado como remoto e inalcanzable.
Así que nada de trick or treat, ladies and gentlemen…
Sus trampas son nefastas y con ustedes no hay trato,
si, de cualquier modo, intentarán garcarme el jardín.
Así que nada de calabazas ahuecadas, talladas y enveladas, señoras y señores…
Ya sabrán a cuáles menesteres destinar velas y calabazas,
y, si no se les ocurre nada, arranquen con puré de zapallo y zanahorias bonsai.
Ya que estamos transculturizando con modismos del septentrión: ¡Fuck you!
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